lunes, 30 de abril de 2018

El armoniquista de la “Fábrica de Arte de Villa Crespo”

En la Avenida Córdoba al 4300, límite entre los barrios de Villa Crespo y Palermo, desde 2013 funciona CIRCE, un espacio cultural donde se entrecruzan música, el teatro, la plástica y las letras. Allí nuestro entrevistado Franco Luciani, de origen rosarino, desarrolla su especialidad musical.
En la sala de conciertos “Luis Alberto Spinetta”, con capacidad para 70 personas, con sonido y pantalla de calidad para disfrutar de espectáculos musicales, multimedia o ciclos de cine de autor, más precisamente en la Avenida Córdoba 4335, en “Circe Fábrica de Arte”, Franco Luciani (36) es uno de los artistas destacados, mostrando sus dotes con su armónica. “Comuna 15 Buenos Aires” entrevistó a este artista rosarino que se instaló hace algunos años en el barrio de Palermo.
-Para dejar claro tu origen rosarino y “canalla”, decí cual sería la formación ideal de Rosario Central de todos los tiempos…

- Uh es complicado, debería pensarlo. Un equipo que me marcó mucho fue el que ganó la Copa Conmebol 1995, había mucho corazón ahí. Bonano era el arquero titular y Abbondanzieri el suplente. Los centrales eran el “petaco” Carbonari y el “colorado” Lussenhoff. En el medio jugaban el “chacho” Coudet, el “negro” Palma, “vitamina” Sánchez y Gordillo. Y adelante teníamos al “polillita” Da Silva, Cardetti y Colusso, un equipazo dirigido nada menos que por Don Ángel Tulio Zof, una gloria de mi querido Rosario Central. No fue el equipo más grande pero yo tengo un cariño muy grande por ese equipo. Ese partido lo vi, porque no viví otras cosas de Central consciente. Cuando Central salió campeón en la “B” y después en la “A”, en 1986 y 1987, fue un record guiness más o menos pero yo era muy chico y no lo viví como la Conmebol 1995. Tampoco pude ver al Central de Kempes porque no había nacido. Volviendo a el equipo que ganó ese torneo, fue medio de película, porque dimos vuelta un 0-4 en Brasil con un 4-0 en nuestro estadio y ganamos por penales. Hicimos tres goles en el primer tiempo y en el segundo no llegaba el cuarto gol y lo hizo Carbonari sobre la hora, fue muy emotivo. Después mi viejo siempre me hablaba de los hermanos Killer, que uno había jugado en Central y otro en Newell´s, cosa que sería imposible hoy en día. No puedo armar un equipo de todos los tiempos, pero me quedo con el que ganó la Conmebol, que lo tengo en el corazón.

-¿Cómo se dio tu acercamiento a la música y a la armónica?

- Bueno, eso fue un proceso bastante lento. Siempre digo que la armónica y yo nos encontramos juntos, no me gusta decir que yo descubrí la armónica. Creo que al relación entre el artista y los instrumentos a veces te puede venir de familia. En mi caso no vino de familia, porque la armónica es bastante especial como un instrumento solista, a la gente le cuesta verlo como un instrumento que puede ser tu bastión de vida, tu sostén de carrera. Y yo tampoco lo pensé en su momento. De hecho yo me fui sorprendiendo. Capaz que nunca hubiese imaginado de entrada que este iba a ser mi instrumento. Si bien es un instrumento popular muy querido, muy conocido, si pensas qué profesionales hay por ahí te van a nombrar caras esenciales, incluso que no son solistas de la armónica aunque lo hacen muy bien, como León Gieco o Bob Dylan. Por ahí alguien que tiene un poco más de conocimiento puede conocer un poco más pero generalmente no. A mí también me paso eso, incluso viniendo de familias de músicos. Mi viejo es un melómano, entonces me hizo escuchar de todo. Me acuerdo que cuando yo empecé a tocar las primeras veces la armónica, era muy curioso, porque yo laburaba con mi viejo, que era comerciante, y cuando íbamos de local en local repartiendo alimentos envasados, yo n el transcurso de un local a otro, abría la guantera, agarraba la armónica e iba sacando melodías; de jazz, canciones, de tango. Mi viejo me dijo que tenía facilidad, aunque a mí en un principio me gustaba más lo que yo estudiaba, que era batería y percusión. Pero lo que me dijo fue dando vueltas en mi cabeza hasta que un día empecé a tocar la armónica en los grupos donde tocaba. No fue fácil porque yo era muy pibe y tocaba con gente de Rosario muy destacada, entonces no hacía lo que yo quería. Me acuerdo que empecé a tocar a los 18 años en un grupo que se llamaba Ramón Rodríguez y Los de Santa Fe, bien folclórico y también con el solista Martín Neri, que es un amigo. Si hacían un concierto de 15 temas yo tocaba uno o dos con la armónica. A ellos y a la gente les gustaba muchísimo. Eso hizo que yo en 2001 decidiera armarme un proyecto donde era armoniquista solista. Fue rarísimo para mí también. Fue una de las cosas más locas, porque para eso llamé un percusionista. El paso también fue muy importante, porque yo empecé a ser el que hablaba, el que presentaba a los músicos. Antes yo estaba con los palillos y no decía ni “a”. A menos de un año de haber empezado a tocar un par de veces, fui al Pre Cosquín 2002 y lo gané. Primero la instancia Regional, después la Nacional, y la verdad que, modestia aparte, me fue muy bien, lo gané de punta a punta por así decirlo. Ese mismo año fui también Revelación Cosquín. Primero gané a nivel Nacional en el rubro y después de todos esos ganadores del festival, sale una Revelación y ese lo gané yo. Cuando llego a Cosquín y gano el premio ya estaba hecho y ganando la Revelación empecé a salir en los diarios. A partir de Cosquín fue un punto de inflexión, fue todo un proceso largo.

-Hace unos 40 años atrás Hugo Díaz era el mayor referente de los armoniquistas argentinos. ¿Influyó él en tu formación?

-Muchísimo. Mi viejo me dijo: “Vos tenés que escuchar a Hugo Díaz y a Toots Thielemans”, que era un armoniquista de jazz, que ya murió hace un par de años, belga. Fueron mis dos grandes influencias. Me acuerdo cuando compré mi primer disco de Hugo Díaz: un disco que decía RCA Club, un disco de tapa verde, una foto de Hugo rarísima, con un saco. Una foto artística pero parecía muy de oficina, por así decirlo. Me acuerdo que me fascinó la versión que escuché de “La Pomeña”. Estaba esa Oscar Alem en contrabajo, Eduardo Lagos en el piano, Domingo Cura en la percusión. Yo ya venía tocando mucho armónica por mi cuenta y ya venía tocando folclore de muy chico. Felizmente Rosario es una ciudad más tanguera y rockera que otras ciudades del interior, mucho más parecida a Buenos Aires. Pero yo debo decir, que aparte de esas músicas, me tocó mamar el folclore.  Entonces la armónica ya la había conocido, el folclore también, pero nunca los había escuchado juntos. Entonces cuando escuché “La Pomeña”, de Hugo Díaz, tendría 17 años y me voló la cabeza. La armónica es un instrumento muy emparentado con el bandoneón, con los inmigrantes, es un instrumento muy amplio para nuestra música. Otra gran influencia fue mi papá. Mi viejo siempre quiso que alguno de sus hijos sea jugador de fútbol o músico. De chico nos hacía escuchar música. Mi viejo fue el primero en hacerme escuchar a John Coltrane , a Miles Davis, fue el primero que me hizo escuchar a Vivaldi, a los Beatles, a Sting, a Piazzolla, a Mercedes Sosa, a Raúl Carnota, con quien tuve el gusto de trabajar con él, a Tom Jobin. A a la larga te tengo que decir, Edipo aparte, que mi viejo fue una guía fundamental para mí.

-Contanos algo de Circe, el bar cultural de Villa Crespo en donde estás trabajando…

- Bueno, el lugar es hermoso, a mi me encanta. Es muy cálido, muy íntimo, conozco a la gente que lo hace. Es muy lindo para tomar una cerveza artesanal, lo hacen con mucho amor, son músicos también. Es una programación muy variada y si bien uno puede representar un género, se siente muy orgulloso de la cartelera, que es amplia: hay tango, rock, folclore. Ahora se hizo un poco mi casa, voy todos los jueves ahí. El ciclo refleja un poco una variedad musical que me gusta porque me representa. En realidad es toda gente con la que estuve trabajando de alguna u otra manera. Si bien el hilo conductor es el tango y el folclore con el trío que es Leonardo Andersen y Pablo Motta, excelentes músicos, los invitados son muy variados: estuvo Cecilia Todd, de Venezuela, Ligia Piro, Lidia Borda y Victoria Birchner. Vino Peteco Carabajal, Teresa Parodi, Yamila Cafrune, Facundo Ramírez, Mariano Loiacono que es un gran trompetista de jazz; Petri Caribalto que es un músico de Finlandia que hace tangos finlandeses; Cardenal Domínguez, Mario Parmisano, un gran pianista de tango y jazz; Sandra Mihanovich, Leo Garzón, un cantautor; Javier Malosetti, Nahuel Penissi, Leo Fontova, Daniela Massa, Darío Volonté y estará Lito Vitale en mayo.

-¿Qué podés decirnos sobre el último disco que presentaste?

- Es un disco muy especial para mí, porque yo venía con una regularidad con un disco cada dos años, como promedio año y medio y este se hizo esperar más. Fue un antes y un después, fue un cambio de equipo tanto a nivel de producción como artístico. Venía con proyectos de grupos, con proyectos de tango. Si bien con ellos tengo la mejor, fue una crisis de la etapa previa, tenía ganas de hacer otra cosa. Ahí es cuando convoco a Leonardo Andersen y a Pablo Motta. Lo que tiene de especial el disco es que recupera la música de Argentina, entre el tango y el folclore. El disco se grabó casi en el transcurso de un año, me gustó eso también. No fue un disco hecho en tres días en el estudio. Se grabaron primero cuatro temas que iban a ser para videos, el de la Plumita, el de Violentango, el de la Sensiblera y el Ultimo Cantor. Me encantó, salió tan fresco que los guardé y a partir de ahí seguí grabando. Me gusta mucho también la estética, es mucho más acústico, guitarra criolla, española y contrabajo sin perder la fuerza. Me ha gustado mucho como quedó.

-Si pudieras decidir, ¿qué medidas tomarías para difundir la música de nuevos autores e intérpretes nacionales?     

-Me encanta la pregunta. Bueno, obviamente que no es una respuesta fácil porque tiene que ver mucho con la especialidad, uno lo mira de afuera. Hay que ser muy cuidadoso con eso, uno da ideas pero uno no es funcionario, no es político, no tengo esa formación. Igualmente, no te esquivo la pregunta, sino todo lo contrario. Yo creo que tiene que empezar por las escuelas. Creo que eso es aún más importante que los conciertos, por lo menos de entrada. Porque yo he visto mucho que a veces no incentivamos a los chicos, vos podes hacer conciertos muy interesantes, gratuitos y hasta podes hacer una buena comunicación, pero el estímulo tiene que estar en las escuelas, sino van a ir siempre los mismos y no va a haber una renovación. Creo que en la escuela debería haber un plan de estudios, primero con la enseñanza de la música real. Tiene que dejar de considerarse la hora de música como hora libre. A los chicos habría que enseñarle el folclore, el tango, y todo lo demás también desde el juego. A mí me enseñaron el folclore mis viejos desde muy chiquito. Es un estigma cultural de que el tango y el folclore es para viejos. Yo creo que cambió mucho, ya casi ni se ve, pero todavía podés llegar a considerar un resabio que el tanguero es un amargo que se apoya en el farolito y el folclorista es un tipo con barba y poncho que toma vino, diciéndolo grotescamente. Obviamente que nosotros tenemos una música maravillosa. Las danzas folclóricas son algo maravilloso, yo no bailo pero algunas danzas son muy interesantes y prácticas que podrían hacer los niños. Eso sí esta muy descuidado. No culpo a nadie en especial. Entiendo a aquellos que dicen que hay muchas cosas que arreglar antes pero yo estoy saliendo un poco de ese lugar. Hay algo anterior a eso, que es que seamos conscientes de nuestra riqueza cultural. Y después, creo que, más allá de ese paso, habría que difundir a nuestra música, a nuestros nuevos y a nuestros viejos autores populares. Uno se para en una esquina y cada vez va a haber menos gente que sepa quien es Mercedes Sosa, por decir un ejemplo. Si te gusta o no te gusta es una decisión tuya, pero no se ama lo que no se conoce. No estoy de acuerdo con ese concepto de que “el tango es la soja de Buenos Aires”. La cultura no es una inversión, no es un negocio. La gratuidad también es algo discutible. A veces acostumbramos a la gente que determinados conciertos de folclore o tango sean gratuitos pero cuando viene Radiohead o Coldplay pagamos 2 lucas la entrada. Eso también es peligroso, es muy desigual la balanza. Te digo una última cosa como para graficártelo: yo tengo ningún problema en que Ricardo Arjona haga 37 o 38 Luna Park, a mí lo que me preocupa es que no hay un solo artista argentino, que haga música argentina, ya sea tango o folclore que haga un Luna Park al año. Ahí te das cuenta de que la balanza es muy despareja y tiene que empezar por una cuestión netamente educativa.

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