En Argentina, el consumo medio de agua potable a nivel nacional real es del orden de los 180 litros por habitante por día, superando el promedio recomendado por la OMS
(Organización Mundial de la Salud). La OMS considera que la cantidad adecuada de agua para consumo humano –para beber, cocinar, higiene personal y limpieza del hogar- es de 50 litros por habitante por día. A estas cantidades debe sumarse el aporte necesario para la agricultura, la industria y, por supuesto, la conservación de los ecosistemas acuáticos, fluviales y, en general, dependientes del agua dulce. Teniendo en cuenta todos estos parámetros, se considera una cantidad mínima de 100 litros por habitante por día.
Sin embargo no todos los habitantes gozan de la misma disponibilidad, ni de igual calidad de agua potable, especialmente esto ocurre en las villas y asentamientos urbanos en donde el agua mucha veces es escasa y de dudosa calidad para la alimentación humana. Existen dos tipos de asentamientos precarios: las villas de emergencia y los asentamientos propiamente dichos. En ambos casos se trata de urbanizaciones creadas por los mismos sectores populares en su necesidad de producirse un hábitat. Las villas de emergencia son barrios a los cuales se accede por medio de pasillos estrechos y tienden a crecer en altura ya que la disponibilidad de suelo es escasa o nula. En cambio, los asentamientos, que suelen ser más recientes que las villas, buscan mantener la trama urbana como continuidad del tejido de la ciudad formal; los terrenos se encuentran, en su mayoría, subdivididos en parcelas que conforman manzanas, respetando el trazado de las calles; y su densidad poblacional es menor a la que se observa en las villas.