lunes, 13 de agosto de 2018

La inmigración silenciosa: de dónde vienen, qué hacen y adónde van quienes llegan de países casi desconocidos

Fuente: La Nación

En la Argentina viven una estoniana que escribe en el chat de mamis en un rioplatense enrevesado y un pakistaní que huyó de una estructura familiar agobiante, se refugió en Once y vende alfombras y túnicas. También hay un comerciante que vino desde los Pirineos y descubrió el poder que puede tener un soborno cotidiano en el conurbano bonaerense, y un joven de Azerbaiyán que subtitula telenovelas turcas para audiencias chilenas desde el living de su casa en la provincia de San Juan.
Son apenas algunos casos de una lista mucho más larga. Desde 2012 hasta marzo pasado hubo 800.161 inmigrantes de 160 naciones que obtuvieron la radicación temporaria en la Argentina. Los primeros lugares están dominados por personas que nacieron en países de la región, que concentran el 90% de los formularios que se llenaron en la Dirección Nacional de Migraciones, un grupo encabezado por paraguayos y bolivianos. De manera mucho más silenciosa papuanos, turcomanos y malgaches son los gentilicios que completan el porcentaje restante.
La ciudad y la provincia de Buenos Aires concentran al grupo más grande de inmigrantes en el último tiempo. Allí se radicaron unas 665.000 personas. Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Misiones y Salta completan los siete destinos más tentadores para quienes vienen de afuera, pero en total solamente suman 76.800 extranjeros.
Entre los solicitantes de la residencia temporaria hubo casi 19.000 personas que vinieron a trabajar, 16.000 que acompañan a su familia y 12.500 estudiantes. También hay madres, comerciantes y cónyuges que llegaron de países del este de Europa, del sur de Asia y de islas del Pacífico.

Dos miradas sobre la informalidad

Son 11 las personas de Estonia que solicitaron la residencia permanente desde 2012. La nación del este de Europa tiene un tercio de la población de la Ciudad de Buenos Aires y en los últimos años se destacó por sus avances en ciudadanía digital. Su DNI con chip y su declaración de Internet como derecho humano la convirtieron en el paraíso de los fanáticos de la tecnología. Es comprensible, entonces, que una de las primeras quejas de Onneliis Telgma sea la burocracia local. Esta ama de casa de 28 años vive en Palermo con dos hijos que tuvo con un argentino.
El amor le ayudó a conseguir su residencia permanente hace seis años. Como otros 180.042 inmigrantes con historias similares desde 2012, aprobaron su trámite rápidamente porque en la casilla "motivo de radicación" marcó la opción "familiar argentino". Ingresar como turista y tener hijos o cónyuge locales es una de las maneras más simples de obtener la residencia. Es también el camino que siguió David Edfra, que prefiere no revelar su verdadero nombre porque teme que aparecer en una nota periodística afecte su negocio, donde no faltan las informalidades. Se trata de uno de los cuatro andorranos que solicitaron vivir en la Argentina.
Las historias de Telgma y Edfra están atravesadas por distintas caras de la informalidad presente en la economía cotidiana. Aun con papeles, la estoniana dice que se encontró con muchas frustraciones en el ámbito laboral. Trabajó un tiempo en la gastronomía de manera informal, por lo que le fue imposible abrir una cuenta bancaria y obtener tarjetas de crédito, dado que no podía demostrar ingresos.
A Edfra, en cambio, le sirvió la tolerancia doméstica a ciertas irregularidades. Por ejemplo, estuvo tres años sin tramitar la residencia. Cuando la tuvo, abrió un comercio en la zona sur del Conurbano, pero luego se mudó al oeste junto a su novia. "Acá hay muchas leyes, pero pocas que se cumplen. Para tener un negocio en Andorra, tenés que jugar la Champions League, porque vienen 25 inspectores y lo de la coima no existe", insinúa.

Emprendedores de importación

Para encontrar más historias de la inmigración silenciosa hace falta mirar de cerca las vidrieras de Buenos Aires. Entre restaurantes con chefs cameruneses y peluquerías de dominicanos, también hay tiendas de especialidades con banderas de puntos lejanos de Asia. Una de ellas es La Casa de Pakistán, en Once.
En una escenografía hecha de alfombras y vestidos típicos está uno de los nueve pakistaníes que cruzaron a la Argentina en los últimos seis años. Desde la mirada de sus compatriotas, Muhammad Faisad es un rebelde. Escapó del mandato musulmán del jefe de familia por el que todas las personas que viven en un hogar deben responder al patriarca, que recibe el dinero de los integrantes que trabajan y reparte discrecionalmente los recursos entre sus hijos y esposa.
Se fue primero a Sudáfrica. Estuvo cuatro años en Johannesburgo, de donde huyó luego de que le cortaran el cuello para robarle. Su tío, Skhawat Ali, vive hace más de dos décadas en la Argentina y lo invitó a trabajar con él. En Buenos Aires cobra la mitad del salario que recibía como peluquero en Sudáfrica, pero aun así sus ingresos son mejores que los que tendría en el lugar donde nació.
Todos los meses le gira dinero a su familia y está preocupado porque la devaluación reciente le comió hasta un cuarto de las remesas. Antes podía mandar hasta US$500 cada mes, pero ahora sus envíos no superarán los US$350.
Los inmigrantes que menos se conocen también hacen trabajos sofisticados. La infraestructura digital le dio la oportunidad a Kanan Hasanov de encontrar una salida laboral después de tres años de búsquedas sin éxito. Llegó de Bakú, la capital de Azerbaiyán, hace cuatro años, para seguir a una argentina que conoció por Internet. Hoy vive en San Juan, como otros 3244 inmigrantes que pidieron radicarse en esa provincia. Asegura que allí no hay una gran comunidad de expatriados como sí existe en el Gran Buenos Aires, donde en total se resolvieron unos 665.000 trámites de radicación.
Desde la capital de la provincia cuyana, Hasanov da clases de turco por Skype y de forma presencial. Hace un par de años le llegó un golpe de suerte inesperado: las telenovelas de Turquía se masificaron en América Latina con el hit "Las mil y una noches", y el azerbaiyano comenzó a subtitular otras producciones no tan conocidas o temporadas inéditas que no se mostraron por la televisión local. Las vende a audiencias argentinas y chilenas.
En los últimos seis años, al traductor amateur solo lo acompañó una coterránea que trabaja en la embajada de Azerbaiyán. El Estado ubicado en el límite entre Asia y Europa está en el top 20 de naciones con menor cantidad de solicitudes de residencia en el país.
Junto a naciones como Emiratos Árabes, Myanmar, Georgia y Madagascar, suman 26 extranjeros que solicitaron la autorización temporaria para estar en la Argentina desde 2012 hasta marzo de este año, últimos eslabones de una cadena de inmigración que comienza con paraguayos y bolivianos.

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