lunes, 1 de agosto de 2016

Don Osvaldo: de Villa Crespo al mundo

Fuente: Voces de la Comuna 15

El 25 de julio se cumplieron 21 años del fallecimiento de Pugliese. En la mencionada fecha, toda la Ciudad de Buenos Aires y en especial este barrio de la Comuna 15, homenajean a uno de los máximos referentes del tango, nuestra música ciudadana. Osvaldo Pugliese fue un gran pianista, director de orquesta y compositor que nació y vivió en Villa Crespo.
A 21 años de la partida física de Osvaldo Pedro Pugliese, las rosas frescas le regalan un alegre colorido al busto que decora el cruce de las avenidas Corrientes, Scalabrini Ortiz y la calle Luis María Drago. Allí el maestro observa las esquinas más características de Villa Crespo, y gracias a una bella maqueta, se presenta eternamente con su orquesta, aquella que deslumbró a la Ciudad, al país y a todo el mundo, y que dio la vuelta al globo, para siempre volver a casa.
Hijo de Adolfo Pugliese y Aurelia Terragno, don Osvaldo nacía un 2 de diciembre de 1905 en una modesta vivienda de Villa Crespo y fue precedido por sus dos hermanos Vicente Salvador y Alberto Roque. La música sonaba a toda hora en su casa, se respiraba en cada rincón: su padre, más allá del trabajo en una curtiembre, era flautista y sus hermanos también se dedicaban a ese arte a través del violín. Su madre era obrera textil. En el Conservatorio Odeón, el pequeño y joven Osvaldo le sumó técnica a sus dotes, y gracias a maestros como Antonio D’Agostino, Vicente Scaramuzza y Pedro Rubione, consolidó su relación con el gran compañero de toda la vida: el piano. En sus primeros pasos en el ambiente tanguero porteño, Osvaldo se dio el gusto de compartir escenario con figuras destacadas: Francisca Cruz Bernardo, mejor conocida como “Paquita” -la primera mujer bandoneonista del país y también vecina del barrio-, Roberto Firpo, Pedro Maffia, Aníbal Troilo, Alfredo Gobbi. En sus comienzos, a los 14 años, Pugliese solía tocar el piano en cafés del barrio de Villa Crespo, para más adelante hacerlo en cafés de toda la ciudad. Actuaba en el café “La Chancha” junto a Paquita Bernardo, junto a los violinistas Elvino Vardaro y Alcides Palavecino, el flautista Miguel Loduca o Arturo Bernardo. Actuó en el café “La Morocha” donde tocaba Domingo Santa Cruz, uno de los primeros bandoneonistas y que era concurrido por obreros de un horno de ladrillos, en la zona del actual Parque Centenario. En el año 1929, junto a su amigo Elvino Vardaro, conformaron el sexteto “Vardaro-Pugliese” realizando giras por el interior hasta llegar al “El Café Nacional” contando con una vocalista llamada Malena Toledo, a quien Homero Manzi le dedicara el tango “Malena”, por el afecto que le profesaba. De todos modos, el objetivo de Pugliese era formar y encabezar su propia orquesta. Con esa ambición como horizonte, se desvinculó de Pedro Maffía en 1929, y comenzó a transitar su camino. El recorrido no fue simple, y entre fracasos económicos, a pesar de la repercusión en cuanto a su calidad, Osvaldo debió remarla. Finalmente, en 1936 consolidó su sexteto, junto a Alfredo Calabró, Juan Abelardo Fernández y Marcos Madrigal (bandoneones), Rolando Curzel y Juan Pedro Potenza (violines), Aniceto Rossi (contrabajo). Tres años después, en 1939,  su orquesta ya estaba consolidada. Desde su debut en El Nacional, con el cantor Alberto Mandarino –con quien no llegó a grabar a posteriori- y más allá de los cambios propios de un grupo musical a través de los años, esta orquesta lo acompañó durante 55 años. La orquesta tuvo más adelante vocalistas de la talla de Alberto Morán –un pintón que cuando cantaba, las mujeres dejaban de bailar para verlo y escucharlo-, Jorge Vidal, Juan Carlos Cobos, Miguel Montero, Jorge Maciel, Alfredo Belussi, Adrián Guida, Abel Córdoba o Roberto Chanel. Entre sus músicos, Pugliese contó con instrumentistas como Jorge Caldara, Osvaldo Ruggiero, Enrique Alessio, Julio Carrasco, Enrique Camerano, Oscar Herrero, Emilio Balcarce o Aniceto Rossi.
Pugliese fue innovador respecto al sistema en que dividía las ganancias entre todos los integrantes del equipo. Para ser equitativo, adoptó el formato de cooperativa: cada música ganaba en función de su productividad y aporte a la orquesta. Su fama lo llevó a recorrer el mundo. América Latina, Europa y Asia, donde las diferencias culturales no impidieron que, los japoneses en especial, admiraran su producción, sus formas y estilos. La idolatría le permitió contar con la ayuda de “amigos nipones” en otros momentos complicados de su vida. Cuentan quienes lo conocen, en especial su viuda, Lydia Elman, que durante los viajes, después de concretada la gira musical, le gustaba caminar las ciudades, conocer cada lugar, recorrer los paisajes. Y esta filosofía le permitió visitar países donde nunca tocó.

EXTENSA PRODUCCIÓN, VIDA POLÌTICA Y GRANDES LOGROS
Las composiciones de Osvaldo Pugliese ocupan un lugar especial en el ranking tanguero nacional. Compuso más de 150 piezas, entre instrumentales y cantados, entre las que se destacan “Recuerdo”, “La Beba”, “Negracha”, “Malandraca” y su himno “La Yumba”. También sobresalen “Adiós Bardi”, “Recién”, “Barro”, “Una vez” y “El encopao”. La fama y el alcance de su producción lo depositaron, a sus 80 años, en el escenario más importante del país: el 26 de diciembre de 1985, Osvaldo y su orquesta tocaron ante un repleto Teatro Colón para celebrar su octava década de vida y los 46 años – en ese momento – de actividad ininterrumpida. Aquella noche, Don Osvaldo, como si fuese un pequeño, venció su timidez y agradeció a su madre que, cuando al maestro era “Osvaldito”, lo alentaba a seguir adelante al repetir “al Colón, al Colón”, como un destino al que indefectiblemente iba a llegar. ¡Y así fue!
Respecto a su vida política, en 1936 se afilió al naciente Partido Comunista Argentino. Sus ideales políticos le trajeron diversos inconvenientes con los gobiernos peronistas y con la Revolución Libertadora, la dictadura cívico-militar que derrocó a Juan Domingo Perón y que gobernó hasta 1958, cuando asumió Arturo Frondizi. Es reconocida la anécdota que refleja el momento en que Perón, ya de regreso al país tras su largo exilio, en 1973, se acercó al maestro durante un evento festivo popular para pedirle disculpas por la persecución y la censura sufrida durante sus mandatos, más de 20 años antes. “Gracias por saber perdonar”, cuentan que le dijo. Pugliese también era un ciudadano comprometido: En 1935 impulsó el Sindicato Argentino de Músicos del que fue el afiliado número 5. Ya mencionada anteriormente en esta nota, la viuda de Osvaldo se llama Lydia Elman, quien religiosamente renueva las flores del monumento en Corrientes y Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo. Su única hija, la famosa “Beba” – su nombre real es Lucela Delma -, nació producto de su primer matrimonio con María Concepción Florio, en 1936.
Cabe destacar que la cultura popular instaló el nombre de Osvaldo Pugliese como un mote de anti-mufa y buena suerte. En el mundillo musical – y en la calle en general – se suele repetir su nombre tres veces seguidas, como un pedido de buena fortuna. Como es lógico de esperar para una trayectoria tan prolífica, Osvaldo recibió diversas distinciones nacionales e internacionales. La Ciudad de Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre en 1986, y en 1989 la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC) y la Asociación de Coleccionistas de Tango descubrieron una placa al 960 de la Avenida Corrientes en conmemoración de los 50 años de su Orquesta. Y al año siguiente, recibió el título de Académico Honorario de la Academia Nacional del Tango. Finalmente, se destacada sus tres Premios Konex: En 1985, en 1995 una mención especial, y en 2005 un reconocimiento póstumo. A nivel internacional, el Gobierno de Cuba le otorgó la medalla Alejo Carpentier, y el Gobierno francés lo nombró Commandeur de L’Ordre des Arts et Lettres, en 1988. En el barrio de Villa Crespo, su barrio, se rebautizó a la estación Malabia del subte B como “Malabia – Osvaldo Pugliese” en 2011, gracias a una gran movida de vecinos y admiradores. La Casa del Tango, situada en Guardia Vieja 4049 (Almagro), fue una idea y concreción de Osvaldo Pugliese y sus amigos cuya finalidad era apoyar a los jóvenes en el tango, un lugar para reunirse los tangueros para aprender, practicar, investigar, experimentar. La idea la carburó Pugliese en la década del ’60, cuando en medio de la censura y la prohibición, el trabajo escaseaba. Luchó por conseguir financiación, un predio y apoyo de las autoridades. Recién en la década del ’80 obtuvo su lugarcito en Almagro, hasta que finalmente, durante la presidencia de Carlos Menem, y de un pedido personal durante una cena, don Osvaldo vio cumplido su sueño, en 1994. Allí tocó por última vez en público, el 17 de junio de 1995.
El 25 de julio de 1995, Osvaldo Pugliese falleció a los 89 años. Sus restos fueron velados en el Concejo Deliberante de la Ciudad, lo que hoy es la Legislatura (Perú 130/60), y finalmente llevados al Cementerio de la Chacarita, donde descansan en un imponente mausoleo construido con el aporte reunido por una Comisión formada por amigos, colegas y admiradores. Don Osvaldo dejó un legado musical que trasciende las fronteras del que era, para él, “el mejor barrio del mundo”. Desde Villa Crespo a la Ciudad, y de la Reina del Plata, al mundo. Sus obras son reconocidas al mismo nivel que su calidez humana. La estirpe artística de los Pugliese continuó con su hija, Beba y su nieta, Carla, la herencia viva de ese estilo que endulza los oídos de los amantes del tango, y que enorgullece a los vecinos. Si bien su figura física se apagó el 25 de julio de 1995, su estirpe y sus interpretaciones, permanecerán en el recuerdo de todos para siempre.

¡Salud Maestro!

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