jueves, 15 de enero de 2015

El barrio que eligió sus calles para festejar las fiestas



La idea fue de algunos vecinos de Villa Crespo y se masificó en distintas redes sociales. Después de los brindis, unas 2.000 personas coparon las calles. Reposeras, heladeritas llenas y música hasta bien pasada la madrugada fueron algunos de los condimentos.


Era el día 24 (madrugada del 25) de diciembre a las 6 de la mañana (aprox) y la gente seguía bailando al ritmo de los tambores en las calles Malabia y Loyola. Todavía se mantenía la valla que improvisaron para desviar el tránsito con los restos de dos televisores de 21 pulgadas, el esqueleto de una silla y la chapa de lo que alguna vez fue una cocina de tres hornallas. Malabia estaba cubierta de gente que iba y venía. Unas 2.000 personas participaron de los festejos callejeros que organizaron un grupo de amigos de Villa Crespo con la idea de volver a salir a la calle a celebrar entre vecinos. Cuentan que la idea surgió nueve días antes cuando pensaban en los festejos de Navidad. “Los planes eran aburridos, no había fiestas, y estábamos hablando de eso en la verdulería cuando un vecino recordó que antes se festejaba en la calle y fue como la unión de dos generaciones”, explica José. Las redes sociales hicieron eco y se fueron sumando artistas como Miss Bolivia, Ana Sol y La Candela, el DJ colombiano Zen Semilla, el percusionista Chiro. Uno prestó los equipos, otro tiró cables desde el palier de su edificio, entre todos fueron sumando. “¿Pero de dónde sale la música? ¿Del balcón con lucecitas?”, pregunto un vecino. “No, abajo, al lado del portón, ¿no ves?”, le responden. Apenas pasan las dos y la gente se concentra en Aguirre. Los primeros empezaron a caer después del brindis de la medianoche. Las bicis se acumulan junto a los árboles, en las cortinas de los negocios, en los postes. En los alrededores, gente que va y viene. “Cuando llegamos no había nadie y de pronto se llenó”, dice uno que llego apenas pasada la hora del brindis. Y es cierto, porque la gente se acercaba de un lado y del otro y el murmullo era cada vez más fuerte. Palabras sueltas, alguien que grita, una carcajada. Gente que se busca, que se pierde, que se encuentra. Se baila en la calle. Se chapa en el palier.Detrás de la movida, sí, hay fundamento ideológico. “Es importante recuperar la calle sin tener que pedirle permiso a nadie, porque la Ciudad es nuestra, la calle es nuestra”, destaca Florencia, del cine autogestionado Cine Migrante. “Se trata de humanizar las ciudades”, se suma José. “Me encantó la idea de resignificar la Navidad, que es una celebración capitalista, imperialista, una avalancha de consumo. Acá cada uno viene con su bebida, no hay transacciones”, sigue Miss Bolivia. Uno que trajo la guitarra criolla toca rocanrol para su grupo. “Son todos de Puan”, canturrea uno y sus amigos se ríen. Circulan fernets y camparis en botellas cortadas pero también vino en copa o directamente del pico. En un cantero, un melón que seguramente tuvo vino blanco. Los vasos cotizan (y los baños también). El aire es cada vez más dulzón. A las 5 salió el sol y no había más música. Un grupo agita cumbia a capella y se expande: “Nunca me faltes, nunca me engañes, que sin tu amor, ya no soy nadie”. A media cuadra el grupo de percusión. Y la fiesta continúo hasta que poco a poco la gente se fue diluyendo y de a poco volvían a sus hogares.

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